Dormir sin amor


Me quemo los hierros, por dentro. Pero todo tiene fecha de caducidad. Hasta eso.

Contemplo cómo duerme mientras me levanto, desnudo, por territorio desconocido buscando agua, como si transitara por un desierto.

Vuelvo, desnudo sin conocer bien cuánto frío podrian darme estas paredes en el caso de que necesitase posar una mano sobre ellas. Continúo. Vuelvo desnudo por un territorio que no conozco y me siento como si estuviese caminando sigiloso por el campo de un estadio, repleto de gente, que contiene la respiración y de cuya presencia sólo puedo sentir vibraciones.
Observado.

Le miro desnudo, tendido sobre su cama y, súbitamente, me tiro a su lado.
Sonríe con un ojo entreabierto, me pasa una sábana por encima y me agarra desde atrás con un brazo. Con fuerza.
Me da besos en la espalda, y se explica por ello.
Yo me pregunto qué grado de correspondencia existe entre el frío que podrían darme aquellas paredes ajenas y la temperatura de aquellos besos, que siguen pareciendome ajenos. Aún después de que su lengua recorriese el interior de mis muslos.

Se me antoja que deberíamos celebrar cada hora que pasó desde el momento en el que estuvimos a punto de fundirnos, cuando mi lengua se deslizaba por el interior de tus labios a destiempo, mientras mis labios se movian descoordinados, adrede, para subrayar aquel éxtasis extraño, pero ajeno.
Definitivamente deberíamos celebrar cada hora transcurrida como si fuese un aniversario.

Me marcho, le digo. Y protesta levemente aunque sabe que no duermo. Y me dice que él tampoco dormiría. Me visto a su lado y mientras, me mira.

Se calza unos pantalones cortos y me acompaña a la puerta. Es irracional pero me hubiera gustado que no se los hubiera puesto. Recordarle desnudo, en la puerta.
Ni siquiera me detengo ante un espejo.

Llámame.
Te digo que te llamaré.

Y me marcho, ajeno. Y quiero llamarte, pero no sé bien cómo funciona.

Espero volver a verte, aunque no sé bien cómo funciona.

Y ajeno.

3 comentarios:

Ángel dijo...

Usted sí que sabe poner en órbita a una dama leyendo sus relatos. Hija de buena mañana y ya con estos calores que me han entrao ;)

muakiss

Anónimo dijo...

bueno bueno,
quiero más
no si le llamará o no,
quiero más
bikos desde el norte

Emilio Fernández Bravo dijo...

...y nunca llamaste, no lo hiciste y no lo harás, el porqué, sólo tú lo sabes...y ahora esa llamada es lo de menos, esa llamada forma parte de los recuerdos que nunca ocurrieron, de los millones de segundos que nos perdimos, tú sin mi, yo sin ti. Inevitablemente la pregunta sigue rondando, inconscientemente sigo buscando la respuesta, es cierto que cada vez la niebla es más espesa, pero continua en mi mente como parte de mi mismo. ¿Qué nos queda, cuando ya ni recordamos el color de nuestros besos?. ¿Qué nos queda?.